A los alumnos más agudos les ha llamado la atención la inclusión en este blóg de la imagen de un basilisco. Con frecuencia, se ha considerado más bien a la lechuza como animal que simboliza a la filosofía, por su estrecha relación con la diosa Atenea, cuya versión romana, Minerva, tenéis aquí, sosteniendo precisamente a su animal favorito.
Sin embargo, ya desde la Edad Media, también se representó a la Dialéctica con otro animal muy diferente, el basilisco, como podéis ver también aquí. La Dialéctica, que como bien saben los conocedores del platónico símil de la Línea, es, para muchos, equivalente de la filosofía, tiene que ver con la confrontación de opiniones, precisamente para triturar éstas. Esa actividad de trituración guarda relación con el poder que se otorgaba al antipático basilisco de fulminar con la mirada. Algunos preferimos a la contemplativa y apacible lechuza, la actividad destructiva -crítica- del basilisco.
En la lengua española, estar hecho uno un basilisco es estar uno muy airado, pero, como ya reconoció Aristóteles, la ira puede ser, a veces, buena:
"Porque los que en lo que conviene no se enojan,
o no como deben, ni cuando deben, ni con quien deben, parecen tontos sin ningún
sentido. Porque el que de ninguna cosa se enoja, parece que ni siente, ni se
entristece, y así no es nada vengativo. Y dejarse uno afrentar, y sufrir que los
suyos lo sean, parece cosa servil y de hombre bajo"
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