Durante un rato, Alicia y la oruga se miraron en silencio, hasta que, finalmente, la oruga se quitó la pipa de los labios y se dirigió a la muchacha con voz lánguida y somnolienta:
—¿Quién eres tú? —preguntó.
No era una manera muy halagadora de comenzar una conversación. Alicia respondió, más bien tímidamente:
—Casi…, casi no lo sé, señora. Hasta el momento…, al menos, yo sé quién era cuando desperté esta mañana, pero me parece que he tenido muchos cambios desde entonces.
(Capítulo V: Alicia en el País de las Maravillas)
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